Leyendas aparte, no hay ninguna duda: los perros hablan. A su modo, de acuerdo, pero han desarrollado determinados códigos que les permiten relacionarse con sus semejantes y enviar mensajes a sus amos.
Entenderlos exige cierta atención y, por supuesto, paciencia. El lenguaje que utilizan entre colegas resulta de lo más peculiar, los ejemplares salvajes, por ejemplo, se comunican entre sí aullando o ladrando a los miembros de su manada.
Los científicos aseguran que ésta es una forma de diálogo, como si dijesen: "aquí estoy".
Aprendiendo su Lenguaje
Si se observan atentamente las reacciones del perro, el amo podrá llegar a conocerlo lo suficiente como para adivinar con bastante exactitud qué le sucede, qué quiere transmitir con tanta insistencia o qué es aquello que está ocultando, que también, es posible.
Para aproximarse lo más posible y acertar en la interpretación, convendrá analizar las señales más significativas respecto de su lenguaje corporal.
Forma de Ladrar
Un perro que no ladra es como un radio sin altavoz. La potencia del ladrido constituye una valiosa fuente de información: los tonos bajos representan amenazas, principio de ataque e, incluso, rabia.
Sin embargo, también hay que considerar el tipo de actividad: si está jugando, un ladrido bajo podría ser síntoma de diversión. Por ejemplo, el ladrido agudo y corto durante la disputa de un objeto significa que está concentrado y que su objetivo es, sin duda, ganar la partida.
En cierto modo, el perro emplea el tono de manera similar al hombre: utilizamos un timbre bajo cuando estamos tristes, sonoro en los enojos y alto cuando se expresa dicha o algún otro sentimiento de satisfacción.
También, es importante valorar la frecuencia y duración de los ladridos. Si estos son largos y distanciados entre sí, lo más probable es que el can esté loco por ponerse a jugar; y si además esta actitud va acompañada de movimientos rápidos o pequeñas carreras, no hay duda, que necesita salir a la calle.
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